La apicultura es un pasatiempo gratificante que permite contribuir a la conservación de esta especie.
Le da la oportunidad de apreciar el cambio de las estaciones de una manera nueva y de desempeñar un papel activo para contribuir a la salud de su entorno.
A medida que vaya conociendo a sus abejas, descubrirá muchos aspectos fascinantes de su comportamiento. Empezarás a notar pequeñas cosas como la forma en que se comunican entre sí, la forma en que construyen el panal y qué plantas florecen durante el año.
Y, por supuesto, también está la dulzura de tener una miel deliciosa y de alta calidad para compartir con la familia y los vecinos.
Estas son las abejas macho.
No tienen aguijones ni néctar ni polen. Su único propósito en la vida (que sólo una pequeña proporción de ellos logra) es aparearse con una reina.
Son más grandes que las abejas obreras, con grandes ojos que les ayudan a detectar a la reina en su vuelo nupcial. El apareamiento tiene lugar en vuelo, y los zánganos que tienen éxito en su tarea mueren como resultado del acto.
La mayoría de las abejas de la colmena son abejas obreras. Las abejas obreras son hembras estériles y realizan diversas tareas a medida que crecen. En los primeros días de vida, la abeja obrera actúa como “gobernanta” del enjambre.
Luego actúa como enfermera, cuidando de las larvas en desarrollo, y después como guardiana, sepulturera, asistente de la reina, produciendo cera y transfiriendo néctar.
Hacia el final de su vida, se convertirá en una abeja forrajera y comenzará a aventurarse fuera de la colmena para buscar néctar y polen.
La reina es la madre de casi todas las abejas de la colmena.
Es la abeja más grande de la colonia y como larva se alimenta exclusivamente de jalea real, tras lo cual realiza su vuelo nupcial durante el cual es fecundada por los zánganos.
Pasa la mayor parte de su tiempo poniendo huevos en las celdas de cría (¡unos 1.500 al día!), y siempre está seguida por su séquito de abejas obreras que la protegen.
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